27.4.06

Publicación Dos


"Ahora"

Poesía por Pelusa Vera
(El chaqueño zi, eze que está juntao con la tucumana... la tucumanaaa, la mare de la Malvinita)

ahora
es
ahora
Es



el ladrido de perro
marrón
es
una tos alérgica
el de perro negro
es
un pedido de auxilio
desesperado

se saben prisioneros

la única forma en que la naturaleza los prove ió
para conseguir
alimento
consiste en
suplicar
por un poco de
alimento

mala suerte
la suya

hay madrugadas en las que me
apiado (¿) i
me subordino a su libertad

esos días,
pocos, ,
poquísimos, ,
si
la verdad
quizás, ,
demasiado, pocos
seres hipócritas obligados a estar felices alegres jo jo como me gusta mi vida ay es todo lo que
no
quería

retoman sus instintos ancestrales y
pululan perdidos por la
suciedad
al mando del subordinado que porta
un látigo
para darles a entender cosas tales como:

-arremetanelpaso
-noorineslaverjadelseniorqueestaenlapuee de ser una cosaasí?
-soltaesenenenotevasaquerercomerunnene?

poco les puedo agradecer a esos
cretinos

canes
cretinos
el ladrido de perro
marrón
es
una tos alérgica
el de perro negro
es
un pedido de auxilio
desesperado

el recorrido

A. Alvarez hasta [1]
Bv. Lehman hasta[2]
Almafuerte hasta[3]
3 de febrero hasta[4]
(comienza el retorno)
Bolívar que se hace[5]
Alem hasta[6]
Pueyrredon hasta[7]
Ameghino hasta[8]
Ciudad de Esperanza que es la calle en donde toda ilusión de libertad
se esfuma

siempre se resisten a regresar seráporquenoquieren?

tristes perros de patio

si que no me gustaría
ser
uno
de
ellos.
[1] cuatrocuadrasapiketodoreito
[2] doscuadrasrecuperacionolisiondegenitalestransehuntes
[3] cortoschorrosdeorinenesoscuatroarboles
[4] seseparanperromarroncorregatosinalcansablesperronegroloboesteparioseretrasa
[5] ahinosequehacenporqueeslacalledelaschicasdepuertasconcortinas
[6] siemprelamismaescenadelcuzcopendencieroydemievitandoqueseloceneperronegro
[7] intuyenlacercaniadelosbarroteseintentanelescapeimposible
[8] conelhocicogachoentransolodespuesdelasuplicadellatigo

19.4.06

Publicación Uno


Capitulo Uno de la Serie del Desierto

"Es tiempo de recordar a Glenn Miller"

Por Jason Dios




Jugar al balero, bajo la sombra de un cactus de dos metros de alto y en el medio del desierto, no es cosa de todos los días para mi. Yo sabía de eso, de esa circunstancia. Esos momentos únicos generados por la pulsión hacia la búsqueda de algo desconocido, algo que esas tierras argento-piamontesas suele despertar.
El desierto es algo peculiar, ahí uno transpira, tiende a la horizontalidad. Uno en el desierto busca inconcientemente. En realidad el que respeta la pulsión esa de buscar es lo desconocido de nuestra mente… porque en el desierto, uno transpira… y chupa tequila, y se busca algo, pero mas que nada se chupa tequila. Yo en ese momento me sentí un poco libre. Vi un águila, lentamente y sin quitarle la vista de encima busqué algo, así como tanteando el suelo (caliente) con mi mano derecha, mi sentido del tacto primero me alarmó, pero mi concentración con el águila era mas potente, y entonces las espinas del cactus no causaron ese instantáneo efecto ponzoñoso sobre la palma de mi mano, luego, el cactus, como ensañado con provocar una sensación despiadada, cruda, de riguroso dolor en mi, penetra mi epidermis. Siento. Duele. Se me abre el culo. La columna se me arquea. La mano izquierda asiste velozmente a la derecha cortando el pulso sanguíneo. El culo se me abre mas aún. ¡La puta que te tiro de las patas! Mi mano late. El cactus como si nada hubiera sucedido. Parco. Serio. Pulcro. Bueno, no tan pulcro. Inclusive lo veo con mi guerra interna y no parece algo mexicano. Cactus y la puta que te parió. ¡El águila! ¿Dónde está el águila? Allá está la hija de la chingaaaá… Envuelto en ira, mi rostro genera en cámara lenta expresiones que recopilan cinematográficos y protagónicos momentos de soldados en situaciones bélicas. Tirale una granada -dijo alguno de esos generales que nunca hacen nada. Comienzo a lanzarle proyectiles de todo tipo a ese bicho endemoniado que sutilmente llamó mi atención en un lugar donde uno se puede desconcentrar muy fácilmente por que nunca se concentra en algo concretamente, o se concentra tanto que se aburre el subconsciente y cualquier chingadera voladora satisface el ego controlador del puto subconsciente, y uno se desconcentra. Los proyectiles no alcanzan la altura deseada para hacerle sentir el rigor sudamericano al águila… ¡Vení puta! ¡Cómo no bajás un toque, bicho chupapija! En un instante cero sentí frío. Miro a mi costado izquierdo y ahí parado, como si nada pasara, me veo a mi mismo. Mi mismo mira el águila. Yo miro a mi mismo. Yo miro el águila. Mi mismo me mira, y sin abrir la boca me dice: ge jgo oudo, gei. Mientras la gota de sudor que viajaba por mi parpado derecho, con singular gozo de liberación atraviesa el espacio aéreo de metro setenta de longitud, que separa mi ojo derecho del suelo, directamente a la tierra con destino de evaporación ¿Qué? -Le pregunto. Mi mismo me mira. Serio y durante un lapso de varios segundos. Yo miro a mi mismo. Tratando de comprenderlo.
Mi mismo intenta buscar algo en su bolsillo derecho, pero su lastimada mano no lo permite. Busca en su bolsillo izquierdo… saca algo. Es una libreta, sucia. Doblada porque en algún momento del pasado se mojó. Y ahora se secó. Y quedó toda doblada. Luego saca otra cosa. Es una birome, de las BIC viejas esas de dos colores. Puta que son viejas esas -le digo mientras me acerco a ver dicho instrumento que tiene como fin civilizar la comunicación. Mi mismo asiente con la cabeza, y escribe. Espero. Escribe. Espero. Ansioso. Escribe. Muy lento. Una de mis cejas decae. La otra se alza. Lentitud motriz propone mi mismo. Mis orejas, en un gesto cavernícola, se retraen y la parte derecha de mi labio posterior se eleva tornando curvilíneo mi sector bucal y dejando ver levemente mi colmillo. Sigue escribiendo muy lento. La recopilación de rostros de soldados de películas bélicas vuelve a mí. Mi pecho se mueve hacia delante. Mis brazos hacia atrás. Un hi-hat abollado y viejo es golpeado arrítmicamente dentro de mi cabeza. Mi culo está mas abierto y transpirado que nunca. Me abalanzo tenazmente sobre mi mismo. Él genera con perfección la secuencia de gestos que vivió Janet Leigh en Psicosis mientras se duchaba. En revoltoso y polvoriento trajín le quito a mi mismo la libreta, la BIC vieja de dos colores se rompe en semejante acto violento. Sorprendido por la irregularidad de la letra de mi mismo, digna de escribir con PAINT y a mano alzada, leo: QUE SOS BOLUDO, WEY!!!! Miro a mi mismo. Me mira. Ya olvídalo -me dice. Lo miro. Serio. Pensante. ¿Ahora hablas? Puto -Propongo al llevarme un dedo con fines de solucionar el comezón anal. En ese instante escucho la puerta del trailer oxidado. Miro expectante. La puerta se abre. Sale Shisas, o Jesús, como quieras. Con su bragueta abierta, el cinturón colgando de ambas puntas, chanclas de diferentes pares, se quita su vieja gorra de los cardenales de Arizona y se seca su excesivo sudor que, arrastrando grasa capilar cae sobre su oscuro y como envaselinado rostro mexicano. Sopla guturalmente un eructo que destina una violenta vibración de sus carnosos y amplios labios vigilados de cerca por un bigote de esporádica cobertura, cuya única posible función en esta vida es agregar pequeños puntitos colocados arriba de la marca de los labios cuando se besa un vidrio frío. Me mira un segundo. Yo inmune a algún tipo de reacción. Entre la bruma que emana el caluroso suelo desértico camina lentamente hacia mí. Se detiene un metro antes de hacer contacto conmigo. Coloca ambas manos detrás de la nuca y, luego de dejar caer su pantalón y su boxer gracias a un grotesco movimiento pélvico cuasi sísmico, comienza a mear prologadamente casi sobre mis sucias adidas. Mi mismo se ríe mientras su figura aparece y desaparece como una falla en la producción de un holograma. El águila, mirándome, proclama un iiiihg iiiigh, y cambia de rumbo hacia el sol. El sonido de la puerta del trailer llama mi atención nuevamente. Se abre. De la sombra interior aparece Pinko, colocandose su musculosa negra de red. Se detiene bajo el marco de la puerta. Mira la escena sin sorprenderse. Da un paso bajando la escalera hecha de cajones plásticos de Fanta. Camina hacia mí. Esquiva la eterna acción fisiológica de Shisas. Me mira. Lo miro. Detecto algo que chorrea espeso desde su comisura bucal. Enchino mis ojos tratando de visualizar la sustancia. Esa pegajosa escena de Somethig about Mary viene a mi cabeza. Pinko detecta mi incisiva inspección. Reflexiona levemente sobre su apariencia. Evalúa su sentido del tacto. Evalúa nuevamente lo que sucede en su cara, su boca. Y al fin siente algo que no pertenece a su cuerpo. Pinko eleva su mano derecha hacia su rostro dejando caer sus dedos y se limpia casi raspando su recién nutrida piel homosexual. Me doy vuelta resignado. Entro al trailer de Shisas. Busco esa maldita bolsita de peyotes. Y camino lentamente hacia el Chevrolet Dark modelo 68. Abro la puerta. Me siento. Tomo el volante sin soltar la bolsita. Miro a Pinko sentado atrás con las piernas abiertas y su mano derecha bajo su pantalón de combate rosa y blanco acariciando en cadente ritmo de fricción su bulto mientras mira el cielo a través de sus gafas Cartier rococó. Golpeo seco varias veces el pasacaset hasta lograr escuchar esa vieja cinta de “Felix da house Cat”. Nos alejamos perdiendo en el polvo a Shisas y su guarida. Pinko se para enviando besos espaciales a Shisas... Y reflexiono: tres hombres, el DESIERTO, un balero, un cactus, mi alter-ego, un águila, una mano llena espinas, la otra con una bolsita de PEYOTE, mi culo traspirado, el de mi compañero… friccionado. El SOL. TEQUILA. …Es tiempo de recordar a Glenn Miller.